jueves, 21 de marzo de 2013

A Diego Hunziker, del libro Inequidad de la noche


Mi Costado

                                      A Diego Hunziker desaparecido y 
                                     muerto por la dictadura a los 16 años




la palabra «ay» se reconoce en las cavernas/
en los minúsculos pliegues de las piedras

existe un «ay» colectivo que sigue al silencio de la guerra/
un entrecortado «ay» de hospitales /
un «ay» quedo y pequeño/
como la herencia
de la palabra vida


No puedo pensarte demasiado lejos


son pocos los días
en que el agua se escurre por los dedos
y tu recuerdo se duerme en mi hombro
pensando una respuesta


no la tengo

la he buscado hace tiempo
y ha sido en vano


cuando se es tan joven
no alcanzan las palabras

cuando se es tan joven
las cuerdas se tensan
y la voz se lanza sobre el mundo
increpando la injusticia


tu mano se pega al vidrio
en silencio

fue última la vez
que cruzamos las miradas
sin que hubiesen caído las hojas

en septiembre
quedó tu guitarra en silencio

en septiembre
el césped del juego se volvió amarillo
y tus sueños escaparon
tras los pasos de tu hermana

no te equivocaste Diego
el peor delito es el amor
dieciséis años
y una vida por delante

lo sabían ellos
lo sabían todos
y callaron


la antigua catedral se inclina
sobre la calle vieja

en su interior comulgan
los que guardan en sus manos
los secretos de tu muerte


sabemos que lloraste
por tu hermana
por tu vida
por nosotros
y tus manos quisieron la victoria


No puedo pensarte demasiado lejos


duele la muerte precoz
el sendero sin tus huellas
la soledad que siento
y ésta rabia sobre el mundo
que es toda ausencia

No puedo pensarte demasiado lejos


en el aire un pájaro
dibuja aromas a lavanda y a romero
y en el río que cruzamos
han construido un puente

en el monte los cercos han crecido
y el paso se ha cerrado
donde los árboles y las moras
hay countries


el mundo no ha cambiado demasiado:
el silencio de áfrica
la muerte en Medio Oriente
la inequidad en América
la voracidad del dinero
las matanzas del poder


los que quedamos vivos pudimos
acertar y equivocarnos

No puedo pensarte demasiado lejos

aquí cerca
sobre mi hombro
              tu costado.

domingo, 17 de marzo de 2013

El Cuerpo, Editorial ARGOS, septiembre del 2000


El Cuerpo
Editorial ARGOS, septiembre del 2000                              



Gonzalo Vaca Narvaja




A mi padre desaparecido por la dictadura



  


Con un fuego intangible
y nuestro
el corazón se consume
en el recuerdo
de una vieja herida.



Mientras el viento ha torcido la rama
nadie ve
el lento hundimiento de la acera
en el rostro
de un niño que llora.



 Cierta vez, en una pieza contigua, 
mi padre confesó
que le temía al dolor.

Se lo llevaron en Marzo.

Creo que vivió hasta junio.

No puedo superar el infierno de pensar
que sufrió la encarnación humana,
de su mas temido miedo.



Bajo la copa
la mora derrama colores
en secretos racimos.
Hay moscas y abejas
y un pino altanero
de corteza lacerada
que sacude su punta.


Sólo mis recuerdos habitan a esta hora.


Una galería con arcadas
se dibuja
custodiando
una casa grande.


Están cerradas sus puertas
bajadas las persianas
y hay bajo los faroles negros
negras hojas e insectos muertos.

De vez en cuando el hombre
pasea su mano por la frente
organizando sus cabellos.


Se lo ve cansado
sin sangre
agonizando.


Mas allá de esta superficie
hay sed,
polvo
y más silencio.


Duelen los aromas viejos,
los rincones vacíos,
la fragilidad de las flores
duelen.

El hombre es el cuerpo.


Tras su espalda
un aljibe sevillano
permanece inmutable,
como un vaso de piedra.

Sobre la calle de tierra
el polvo se pasea solitario.

Sin saber de la espera
el  hombre pasea su mirada hacia arriba.


Apenas cerrado el cielo
hay gotas que se hunden en mi pecho
hasta ahogarlo.

  
Sólo el rumor del agua
ágil,
rápida,
sacude la modorra de la tarde
que se escapa.


Mi Padre sigue esperando
su memoria
de carne, huesos y lágrimas.


Yo, el desquite final
y mi alarido.