domingo, 4 de octubre de 2015

Un paseo por el infierno. La canción de Hennry Hech


Mayo 2014


Hennry Hech se acuesta sobre el dolor
donde nada crece
y habita el silencio.
Mira lo que parece el cielo
entre las grietas del aire.

Soy un cronista de este jardín sin flores
y odio aquello que languidece y se pierde.

No me gustaran las agonías de los días claros
y Hennry Hech se ha echado sobre el cuerpo
el peso fatal de la existencia.
Se lo ha llevado todo,
el hastío inmenso que ahueca el estómago
en esos sismos que nadie siente.
Siempre que algo sorprende
algo se pierde
 mostrando las orillas
                                                              
la arena sedienta
el agua que lacera.

El mundo es ceniza
llovizna 
vacío de gritos que se pierden y ocultan.

Hennry Hech y la existencia:
tuvo tiempo de conocer el golpe
la disciplina del rey
los rincones del castigo.
También cambió los libros de cuentos
por un pedazo de tierra extranjera  
en el exilio
-un exilio de niños
de juguetes y guardapolvos
de olores,
rutinas y viajes-
sin conocer su país.
Lo sorprendió el abuso de los mayores
la vergüenza
y más aún lo sorprendió el estigma
y el olvido
la pena y la distancia.
Hennry Hech
sintió las espinas
y las heridas de la muerte
cuando su piel aún brillaba.

  
II

  
Qué digo cuando digo la tristeza
de los ojos clausurados al tiempo,
de las manos dormidas sobre el vientre.
Qué digo cuando digo la tristeza
de esta lista que se borra
de ese teléfono sin sonido
de esa voz
diluida entre otras voces
¿qué digo cuando digo la tristeza?
de los ojos que se llueven en la ausencia.

  
III

  
A Hennry Hech le propongo este viaje
el último recorrido de un cuerpo joven y fresco
sobre los escombros de esta ciudad
que se cree despierta.
Sobre esta ciudad de números
de escasas preguntas
de esquivas miradas
de pocos desafíos.
Le propongo un recuerdo,
una estancia que apacigüe su ira
su enorme tristeza.
Yo he visto la sonrisa
vestirse de sombras,
he mirado los ojos de toda la vergüenza
sobre el plato de una mesa
al lado de otra que permanece vacía.
He escuchado las voces de los sicarios
cuando han sido electos gobernadores
presidentes o diputados,
y soñado con todas las traiciones
de las que son capaces los hombres
cuando la religión les presta su silencio
y el misterio los encubre.

Me ha dolido y me duele el niño
a quien el ángel ha abandonado,
y el hombre ha condenado.

Me ha dolido y me duele
el pie descalzo
el consumo propuesto
el despojo
y la marca de ropa del ganado.

Hennry Hech se ríe.
El ya está fuera del mundo.
El ya no pertenece a esto.
No intento que comprenda.
Los senderos no tienen una sola dirección
el aire no sopla en un solo sentido
y las aguas que van suelen venir.
En definitiva los opuestos
se lanzan sobre el río
el mismo y el otro
y el aire en los cuerpos
los árboles
y las flores.

Algunos saben
la mayoría olvida.
    

IV

Hennry Hech se entristece,
yo veo sus ojos claros
percibo su vos
y le digo que el futuro no existe
que todo Es mientras somos
y que nadie puede adivinar el siguiente segundo
ni predecir o conjeturar
el color del próximo horizonte
ni el tiempo de la madrugada
ni el vuelo de los pájaros
y que él simplemente a tenido prisa.
Somos mientras existimos
y la vida siempre se puede apagar
como se apaga una lámpara.
Sé que te has ido,
que has decidido apagar tu luz
y de ese modo has cruzado una daga al destino
y a nosotros herido,
pero tu decisión por dolorosa que haya sido
ha sido tuya
y no puedo no aceptarla
tampoco compartirla”.

Hennry Hech
se sienta sobre el río para ser el río
para escuchar su voz
para percibir su ritmo
para ahogar su pena.
Desde esta orilla lo llamo
y lo abrazo
desde esa orilla lo pienso.
Hay perfumes ajenos a este mundo
corazones demasiado frágiles
heridas demasiado profundas
indiferencias que matan.

Camino con Hennry Hech.
La calle se parece demasiado a nuestras calles
en ellas la gente cree siempre en el mañana
y olvida el presente.
Para ellos,
la justicia será mañana
la alegría
el abrazo
y las decisiones serán mañana
la VIDA misma
será mañana.

Las nubes son bajas,
en todas las orillas  esta orilla
acuosa, vegetal
se eleva sobre la superficie con el vapor
sulfuroso de la existencia.
Un hombre es siempre una salida
una suerte de enigma capaz de hablar
antiguas voces,
un viejo faro en un mar de náufragos.
No es cierto que los demonios
se escondan en los desvanes
o bajo las superficie donde descansan los cuerpos
los demonios viven en countrys
se alojan en hoteles de lujo
en las legislaturas
en las gobernaciones.
Se parecen a los conductores del tiempo
invaden los hogares
se meten en las conversaciones.
Los demonios hablan  en discursos
se visten de generales y de curas
de empresarios y policías.
Hennry Hech lo sabe
y ya no le importa,
sus huellas apenas maduran en el polvo
se diluyen con la brisa,
su mirada queda entre las cosas
preguntando por su nombre
y yo como otros lo veo dormirse
entre los escombros que deja la historia.
     

V

   
Un pájaro
Me dice que Henry no es responsable de nada
ni del aire
ni las flores
tampoco de los retratos de la sangre
sobre una costa de refugiados
o de la violencia de un hombre
contra otro hombre
por un par de billetes manchados.
Un pájaro me dice
que Hennry Hech no ha fracaso nunca
y que el destino cierto
es aquel que nos condena a
olvidarnos de lo próximo
a temerle a lo distinto
a borrar las huellas de los ancianos
o segregarlos en cárceles.
Me dice además
que los niños ataviados por las drogas
no saben que fueron poseídos
por el mundo para matar el mundo
y que los besos han nacido para olvidarse.

Hennry Hech sabe que no es responsable
de los muros que separan barrios
territorios
casas
colegios y plazas.
Tampoco lo es de los cientos de niños que nacen
en las riberas del hambre
al costado de la pobreza
sobre el centro barrial
de los basurales.
Y que los traficantes y pedófilos
viven a la sombra generosa
del mundo que los apaña
y que los cuida.
Hennry Hech sabe que no es responsable
de la palabra vacía
o de la noticia construida.
Del miedo que se vende en los programas
de aquellos que ofrecen a la mujer
como una taza
como un florero
como una escoba
sin derechos
sin voz
y sin futuro
bailando por una sueño.

Hennry Hech sabe que la política no es
aquello que soñara
y que los cargos eternos
son para los que se acostumbran a los negocios
a la mentira.
Aquellos que repiten una y otra vez
cambiando de traje
de orilla
y peluquero

Hennry Hech sabe que no es responsable de los accidentes
de autos con tableros de 350 Kms
hechos para circular en rutas
con máximas de 130.
Vaya paradoja piensa
la hipocresía
confunde el placer con el asesinato.

Hennry Hech sabe que no responsable
y sin embargo se siente culpable
solitario y triste.

En su cielo una nube
interrumpe esta cascada
son formas que aquietan.
Persistencias del aire.
Vapores de otros recuerdos.
Una nube en el cielo de Hennry
es un pequeño descanso
ante la profunda luz que lo rodea
debo dejarlo ir
acompañarlo lo suficiente
otorgarle este lugar en el recuerdo.

La batalla sigue
hasta alcanzar a nombrar el mundo
desde la palabra vida.
Hasta  entonces lidiaremos siempre
con la vergüenza de lo visto.
Hennry Hech lo sabe
solo estaba cansado.


Gonzalo Vaca Narvaja





























miércoles, 19 de agosto de 2015

Comentario de Ramiro Márquez a la novela "bajo la sombra de los talas"

Querido Gonzalo, he leído la novela y la he releído, como lo hizo tu prologuista, para "albergarla para siempre". La primera vez lo hice en forma pausada, morosa, para no precipitarme en el recorrido; la segunda vez en forma más bien caótica, como buscando otras entradas, nuevas claves que se me hubieran pasado por alto, saltando de aquí para allá. 

Pero, en realidad, el libro tiene una sencilla contundencia, sin vueltas. No hay una presunción intelectual, ni el florilegio autocomplaciente de un artefacto literario para la seducción de lectores adormecidos. Es, en cambio, un libro que pesa, en su aparente parquedad y brevedad; un libro que pesa en el alma, como el átomo de un elemento desconocido y descomunal que hace difícil sostenerlo entre las manos, al menos con un compromiso visceral con el derrotero del protagonista.

No sé cómo podrá leérselo en Buenos Aires, Madrid o Estocolmo, con las mismas referencias del telón de fondo histórico que puedo tener también yo, pero sin referencias biográficas del autor. No quiero decir que sean imprescindibles, pero, aún siendo pocas, quienes guarden, como yo, aunque más no sean fragmentarias imágenes familiares de aquellos años, se sentirán atravesados, de lado a lado, sin escapatoria, excepto que abandonen la lectura.   

Una vez que la historia se presenta, de modo trágico, más o menos por los caminos conocidos del horror dictatorial a través de la primera referencia de la pesadilla del torturador, puede parecer, en la superficie, un libro más sobre la época. Pero, a poco de dar vuelta unas cuantas páginas, empieza a emerger algo distinto, algo hecho al mismo tiempo de crudeza y de sobriedad que sostiene el relato como un cuerpo francamente vivo y genuino. Yo mismo, en los años en que ni se hablaba de juicios y la sensación de impunidad parecía definitiva, necesité exorcizar el terror en un relato (sobre el reencuentro casual de un torturador con su víctima). Pero no dejaba de ser un artificio literario, una inocentada onanista, como mucho, y poco más. Lo tuyo es otra cosa.

No importa cuánto una ficción pueda impregnarse de realidad. No importa en una narración cualquiera, porque en ésta, al menos para mí, sí que importa, aunque no sepa en qué medida. Entonces tu novela me llevó a tu poesía y, viceversa, ésta me devolvió a tu novela. Imposible no transportarse a "Mi costado", o "El cuerpo". Para colmo de una mayor y temblorosa impresión de realidad, y por más que el texto ponga cierta distancia (probablemente gracias al tiempo transcurrido, sin el cual quizá la obra no hubiese podido ser escrita), está la portada, que no se muestra como la inocente búsqueda estética de un "arte de tapa", sino como la insinuación (o revelación) de algo muy parecido al rancho de Braulio (y a Braulio mismo). Y el lector se queda entonces acojonado, tomado de las solapas.

Y, te confieso, no resulta fácil entrar a ese rancho, en la parte de la novela en que todo parecerse detenerse en una bruma, en la lejanía de la alta sierra, mientras el resto parece acomodarse allá en la ciudad, y todo parece asumir cierto viso de "normalidad". No es fácil porque la lectura se convierte en un túnel de tiempo que te lleva de un saque, en un segundo, a la época aquella. Y uno se termina preguntando qué hacía, dónde carajo estaba, mientras un tal Braulio, o Pablo, o quien fuese, se debatía en el exilio de la montaña, en el de un país lejano, o en el exilio definitivo de una tumba anónima.

Este libro sí que es un exorcismo, el exorcismo de aquellos demonios, el exorcismo del hedor de aquel terror, el exorcismo de la repugnante resonancia de ciertos nombres, apenas insinuados, pero cuyos ecos son inconfundibles y seguirán rebotando por mucho tiempo en la memoria.

Se me ocurriría decirte muchas cosas si me detuviera en tal o cual página, pero no es el momento ahora en que me quedo con lo esencial, en que siento que el libro me ha regalado la posibilidad de reencontrarme con vos en ese túnel de tiempo, de reivindicarme en un abrazo a la distancia, abrazo que, afortunadamente, ocurre hoy en tu libro. Gracias por eso. Gracias por el libro. La emoción de todo lo escrito (y todo lo vivido) no se ha quedado sola. Este libro ha sido, Gonzalo, un tala para mi sombra.

Un abrazo, 

Ramiro

viernes, 31 de julio de 2015

A veces me pregunto



A veces me canso de tanto vahído
De tanto ruido
De tanto escuchar las voces
De tantos asesinos escribiendo
Sobre la pizarra
Con los dientes de los recién nacidos
A veces simplemente me pregunto
Hasta cuando
En nuestras pequeñas vidas
Nos robarán los silencios
Y la música
Mientras matan cetáceos
En las costas ignotas del planeta
Y se beben la sangre de los niños
En las reuniones donde se reparten nuestro destino

A veces me pregunto
Si seremos solo la oreja

En la boca de un perro


Gonzalo Vaca Narvaja